Recuerdo hace años, la costumbre de lanzar una ráfaga de luz larga al automóvil que venía en dirección contraria, para avisar de la presencia de la Guardia Civil, se pensaba que con eso hacíamos una labor de “buen samaritano”, que se nos tildaba de solidario con el resto de usuarios de la vía. Así le poníamos en atención y si estaba realizando una infracción, podía evitar la sanción, el control, la multa al final.

No era cierto, era una falsa solidaridad.

  • ¿Por qué no pensaba en los peatones o ciclistas, al que ese conductor que yo avisaba, podría no respetar?
  • ¿Por qué ese afán de ser protagonistas en un momento determinado?
  • ¿Por qué voy a 140 km/h y cuando veo a los miembros de seguridad de la GC, reduzco hasta 90 y luego vuelvo a hacer lo mismo?
  • ¿Por qué paso por debajo del radar y disminuyo velocidad y luego vuelvo por mis fueros?
  • ¿Por qué me quejo de las multas y los controles, si lo que debería es de celebrar que los hayan, pues gracias a ellos podré circular más seguro?
  • ¿Por qué me quejo siempre diciendo que las multas tienen un “carácter recaudador”, si lo que tenía que hacer es alegrarme de que suban aún más para evitar que hayan individuos que no respetan al resto de usuarios y que solo entienden el castigo y no la educación?
  • ¿Por qué celebramos que el “amigo” de turno a hecho tal trayecto en X minutos menos, cuando lo que tenía que hacer es recriminarle por poner la vida de los demás en peligro, deseando ser alguien cuando posiblemente su vida sea irrisoria e insignificante?

No seamos permisivos con aquellos que no valoran, ni respetan al resto de los usuarios, al resto de las personas. Recriminemos sus conductas, apartémosles a una esquina. Hasta que un día, no lo deseamos, vivan en su propia existencia, el resultado de un insolidario conductor, que un día, alguien le avisó, le aplaudió y celebró su actitud negativa, y como resultado cercenó la vida de alguien muy cercano, ahora vivirás en tus propias carnes, la desgracia que has generado.